lunes, 13 de diciembre de 2010

La crisis de los controladores aéreos. Un apunte personal.



La cosa está que arde. Políticos que juegan con nosotros. Y lo peor: nosotros nos dejamos manejar como piezas de un ajedrez perfecto. Perfecto para ellos, los que mueven el capital. Nunca me he considerado una "izquierdista" ni ninguna radical. Pensé por un tiempo que era progresista. Sin embargo, me ha defraudado tanto la real maniobra del Partido Socialista (que ni es socialista ni es de izquierdas, al menos en lo económico); que a partir de ahora creo que evolucionaré hacia el radicalismo por la información, ya que está claro que si no te informas, terminas por no saber qué es lo que realmente están haciendo contigo.

Lo ocurrido con los controladores aéreos no deja de ser una muestra de lo que, a día de hoy, sigue siendo la gran mayoría de la población española: una masa borrega. Es duro. Suena fatal, pero así es. Que personas cultivadas (hablo de universitarios y personas que al menos se han leído un libro en su vida) acusen a los controladores de canallas con burdos argumentos del tipo "ganan una pasta, yo no sé de qué se quejan" o con perlas como "es que no quieren que hayan más controladores para ellos no tener que ganar menos"; no hace más que indignarme. Pero me indigna hasta tal punto que me da vergüenza ser española y echar de menos un país que, en el peor de los casos, hasta se merece pasar por la situación por la que está pasando. Tengo la suerte de contar con amistades activistas que se preocupan por recibir una información limpia, no manipulada y que, verazmente, recoja todas las voces afectadas en conflictos tales como el de los controladores. Fue así como me enteré de ciertas informaciones que me permitieron formar una opinión crítica sin dejarme llevar por arrebatos del momento y por la política del marujeo. "Es que yo oí que..."; "a mi me dijeron que..."; "por ahí dicen que..."

Cuando no nos preocupamos por "el quién" y ni siquiera nos paramos a cuestionar si "el qué" es del todo real, caemos en el borreguismo generalizado que, mierda, es lo que quieren nuestros políticos. Así han conseguido concebir a una juventud que asume que "no hay nada que hacer"; unos funcionarios que pasan de ir a la huelga, y una sociedad, a lo sumo, que ni se organiza ni se manifiesta. "Que los problemas los resuelvan otros". A esto nos hemos acomodado.

Pero yo pregunto: y si espabilásemos,¿qué pasaría? ¿Está, en serio, todo perdido?
Quiero pensar que no.