miércoles, 13 de abril de 2011

Princesas olvidadas


Espero que Fernando León de Aranoa me permita semiplagiarle el título, pero después de haberme emocionado con su película, no he tenido más obligación que la de reflexionar sobre un aspecto que me parecía olvidado.

Y es que a veces se nos olvidan. Aunque todos sepamos dónde se suelen agrupar; qué apariencia deben tener; y cómo se ganan sus vidas. En esos cruces de caminos en polígonos industriales, a las afueras de algunas ciudades o en aquellos barrios que siempre procuramos evitar; permanecen como maniquíes de un escaparate de la carne que, por muchos, permanece olvidado.

Apenas conocemos el infierno de sus vidas por reportajes morbosos en televisión, tv movies, series, algún que otro libro o novela, y noticias escabrosas que nos dejan sin apetito. La realidad de estas mujeres no es plato agradable. Ni siquiera para ellas. E intentar plasmar su día a día en papel o microfilm puede quedarse bastante corto.

Yo me pregunto cómo son capaces de sobrevivir. De dónde y cómo sacan esa fuerza para luchar cada día. Para levantarse por las mañanas sin llevar la cuenta de cuántos han sido. Y al caer la noche, volver a enfundarse en las botas de cuero, la lencería de mercadillo, el maquillaje que cubre la tristeza y el volver a ganarse el pan en la calle.

La necesidad y el miedo hacen que millones de mujeres en todo el mundo tengan que prostituir sus cuerpos y sus almas. Aunque imagino, que no permitirán que ocurra lo mismo con sus mentes. Ya que, en alguna parcela de su interior, debe haber espacio para la esperanza. Ésa que no llega o que se hace de rogar. Ésa que, aunque ausente, te mantiene viva.

Las olvidamos porque muchos las desprecian. Son marginadas. No interesan. Ellas se lo buscan. Pero siguen ocupando aquellos polígonos. Esos barrios non gratos. Esas camas vacías y tristes. Esos asientos traseros de coches cargados de vicio, sudor y desconsuelo, en donde nadie se atrevería sentarse.

Preguntan cada día qué desean. Y muestran el amplio abanico de posibilidades. Sin embargo, nunca son ellas las protagonistas. Las beneficiarias. Nadie se ha molestado en saber qué es lo que quieren. En qué sueñan cada día. Cuáles son sus ilusiones.

Sin embargo, continúan. Permanecen. Algunas, sobreviven.

Y sin castillo ni corona, todas son princesas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es el eterno debate, Marta.

Óscar

Aledisae dijo...

Todo son eternos debates. No por ello hay que olvidarlos.

Anónimo dijo...

Una exposición magistral, te felicito.

Pedro (el de los Pecos)

Aledisae dijo...

Gracias, Pedro-Peco ;)