martes, 26 de agosto de 2014

Batalla al egoísmo

Reconozco que me asusté. Pero no me siento culpable. 

Cuando se detectó en el Hospital General de Alicante un posible caso de ébola, mi primera reacción fue de pánico, de auténtica angustia e incertidumbre. Días antes, un conocido, ya me había puesto mal cuerpo al espetar sin sentido: "En un mes Andalucía, apestada. Veremos a ver cómo escapamos de ésta"
Admito que cada vez llevo peor las malas noticias. Y dichos augurios, cuando tratan temas miserables para la humanidad como éste, me tocan más la moral. Me enerva cuando se habla con la palabra tan suelta y con tan poca sensibilidad y razonamiento. Y lo que más me duele es que, como si se tratase de una guerra, o estás en un bando o en el otro. Habida cuenta dieron las redes sociales y los medios de comunicación sobre la expansión del ébola. Y toda Europa llevó sus manos a las sienes, cuando el religioso español abandonó el país africano. Más aún, cuando murió.

Nadie debería fallecer por una enfermedad sin cura. Al igual que nadie debería morir de hambre cuando el alimento existe y es posible su reparto. Pero si de verdad queremos ganar la batalla a una contienda peor que un virus, peor que una hambruna y peor que el egoísmo; deberemos ponernos de acuerdo. 

De nada servirá criticar a los que tienen miedo del contagio, ni a los que regresan contagiados tras su empeño en construir un mundo más justo. Cualquier ser humano tiene derecho a pasar los últimos días de su vida al lado de sus seres queridos. E indiscutiblemente, con más motivo si parte de la suya la ha pasado en entrega dedicación a los demás. Miguel Pajares fue de esos religiosos que, todavía hoy, me sorprenden y me conectan con la poca creencia en la Iglesia que habita en mí. Más serían los hombres de este tipo los que deberían recorrer los pasillos del Vaticano.

Sin embargo, su traslado a España causó miedo y hasta cierto punto, repulsión. "Si no sabemos de virus chungos aquí, ¿para qué lo traen?" Quizás sólo, para que descansara en paz.

Y aunque el ébola sólo preocupa cuando sale de África, el hambre hace tiempo que abandonó el continente de los diamantes, el petróleo y el café. No hay más que comprobar la proliferación de comedores sociales para observar que en nuestro país hay muchos estómagos vacíos. 

El hambre, el ébola, la pobreza, la ignorancia...¿cuál no es una enfermedad creada por el hombre? ¿Cuál de ellas no es contagiosa? ¿Cuál de todas, de verdad, no se cura?

A estas alturas, me temo que tan sólo el egoísmo. La historia nos demuestra que es el único cáncer que la humanidad aún no ha extirpado. 

Hay que dejar de verla así

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