viernes, 22 de agosto de 2014

Todo de mí



No podía servirme más de ti, ni tú de mí. Resultó egoísta, rozando el patetismo. Pero fuimos dos seres agresivos que, durante un tiempo, aprendieron a darse cariño. Aprendimos a estar juntos. A soportarnos. Creo que hasta nos llegamos a amar...

Cogí el cigarrillo que te habías dejado a medias en el cenicero. En aquél rojo cutre que compramos en uno de los Shelter de no sé qué pueblo húmedo de la Escocia profunda. 

-Ya no te quiero.-

Lo solté tan a bocajarro que todavía hoy se me eriza la piel y me tiembla el pulso. Pero las decisiones rápidas son mi especialidad. Y en aquél momento, pendiendo mi vida de un hilo, me salvaba a mí o a mí.

Ni te giraste. No dijiste nada. Abriste la puerta y ni diste portazo. Y mientras apagaba el cigarrillo, me cuestionaba qué me dolía más. Si tu indiferencia o tus golpes verbales a los que tan acostumbrada me tuviste.

Pero fuimos dos seres agresivos que, durante un tiempo, aprendieron a darse cariño. Y por más que el tiempo pase; y por más que aguanté, todavía recuerdo tu tacto.

- Todavía te pienso con el mismo amor y el mismo odio.-

No hay comentarios: