domingo, 8 de mayo de 2011

El decaimiento



Está siendo, por desgracia, una sensación extendida y generalizada. A cualquiera que pregunto después de hace mucho o poco tiempo desde la última conversación, me regala una desgracia nueva. Que si lo han despedido del curro. Que si en breve lo echarán. Que si a lo mejor no cobra hasta septiembre. Que a un familiar lo tienen que operar. Que si se ha quedado sin pareja. Que si tendrá que vender su piso. Que si los resultados de los exámenes no fueron los esperados.

Vivimos una situación en la que la falta de buenas noticias es alarmente. Y esa especie de neblina-negatividad que se genera a nuestro alrededor puede llegar a hacer mucho daño.

No me considero negativa aunque tampoco, la mujer más positiva del mundo. Lo de " al mal tiempo, buena cara" es algo que se debe asumir y aplicar en varias situaciones. Y evidentemente, aunque me entre el mayor de los dolores, se aprende que echar buenas dosis de sentido del humor a esa nube de desesperanza puede ayudar a sobrevivir.

A estas alturas de la entrada imagino que ya habréis comprobado que no hablo ni de crisis económica, ni de capitalismo feroz, ni de injusticias sociales. El tema que hoy me preocupa es el decaimiento generalizado, la falta de ilusión y de esperanza que compruebo en mi entorno más cercano y, así mismo, en el ámbito más generalizado en nuestro país.

Y me da pena.

Todo se está acelerando, paradójicamente de un modo lento y paulatino, hacia un estado de hecatombe de las ideas y de las esperanzas. Pero no me parece una buena idea dejarse llevar por circunstancias tales. El poder de la mente es infinitamente mayor. Y muchas mentes unidas pueden obrar el milagro.

No sé qué narices me ocurre hoy. Y a lo mejor estoy resultando demasido incomprensible. Pero sólo os pido una cosa: por muy puta que esté la vida hoy, soreíd. Y no dejéis de hacerlo.

Va a ser lo único que nos llevemos al otro lado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este decaimiento del que hablas es peligroso desde un punto de vista social, no sólo personal.
De la sensación de que nada puede cambiar es relativamente fácil pasar, con el tiempo, a una postura nihilista.

Fíjate Marta, incluso en los campos de refugiados en Palestina más miserables en los que estuve, aparte de tristeza, aparte de una realidad cotidiana muy dura y un futuro realmente difícil, ví destellos de esperanza.
Y eso tía, eso es muy importante.
Hay que resistir. No hay otra.

Me encanta la foto, por cierto,¿es tuya??

Oscar

Anónimo dijo...

Este decaimiento del que hablas es peligroso desde un punto de vista social, no sólo personal.
De la sensación de que nada puede cambiar es relativamente fácil pasar, con el tiempo, a una postura nihilista.

Fíjate Marta, incluso en los campos de refugiados en Palestina más miserables en los que estuve, aparte de tristeza, aparte de una realidad cotidiana muy dura y un futuro realmente difícil, ví destellos de esperanza.
Y eso tía, eso es muy importante.
Hay que resistir. No hay otra.

Me encanta la foto, por cierto,¿es tuya??

Oscar

Aledisae dijo...

La verdad es que tu experiencia en Palestina debió ser increíble en ese sentido. Y sí, así ocurre...que hasta en las situaciones más difíciles siempre hay hueco para la esperanza. Para la ilusión. Creo que el ser humano, entre otras cosas, está hecho para eso: para sobrevivir, para adaptarse. Y por muy duro que nos parezca todo, siempre conseguimos hacernos con el mecanismo que nos proporcione cierta ilusión. Las posturas nihilistas a las que estamos llegando, buuf...me preocupan bastante. Por eso creo que, a pesar de todo, siempre hay un momento o un aspecto que nos puede sacar una sonrisa. Sin necesidad de llegar al optimismo ridículo o absurdo.

Y la foto me temo que no es mía. Gentileza de google images ;)

Un abrazo.